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Mi jugador favorito (versión argentina): Pablo Michelini

Escrito por Mariano Barros, nieto e hijo de racinguistas.

“…ver a tanta gente con su familia, con sus hijos, es realmente conmovedor, porque no vinieron a ver ningún partido”. Pablo Michelini, 7 de Marzo de 1999.

Ese Racing del 99 no había podido jugar por una orden judicial que dictaminaba el cierre y la liquidación de los bienes del club, consecuencia del pedido de la quiebra por parte de un ex presidente, y nefasto personaje, de la institución. La gente, en forma espontánea, se autoconvocó para evitarlo. Cuarenta mil personas hicieron de la mayor convocatoria de la fecha, el día que Racing debía jugar, Los hinchas nos hicimos presentes, en un día de inmensa tristeza, solo para “aguantar” a La Academia.

Michelini era el referente de ese plantel, que venía de un positivo tercer puesto en la temporada anterior, con muestras de buen juego. Era también el máximo ídolo de la hinchada por ese entonces. Él, siendo un jugador poco dotado, demostraba ser de los más importantes, por temperamento y sacrificio. Si algo nos gusta a los hinchas de Racing es que “pongan huevos”. A mi en particular, es lo que más me interesa en un jugador, quizás porque yo haya sido (el fútbol me abandonó) otro rústico lateral por la derecha con una zurda de adorno. Siempre fuí de la idea que once árboles voluntariosos son más productivos que  habilidosos displicentes que están pensando más en salir a bailar que ganar el partido, que no es ni más ni menos, que hacer bien su trabajo.

Pocos recuerdos tengo de su paso por Deportivo Español, club en el que debutó en Primera División, antes de ser transferido a Racing en el 95, con otros 11 jugadores. Obviamente, su paso por La Academia, lo tengo grabado en la retina.

Hay jugadores que se destacan en alguna jugada en que se sacrificaron para evitar el gol del rival. Michelini tuvo cientas de esas. Me acuerdo cuando, en uno de los tantos errores racinguistas, estaban tirando un córner que fue rechazado por la defensa rival (una regla de oro dice que “córner mal tirado es gol en contra”) corrió desde un área a la otra en línea recta para evitar el gol. ¿Por qué digo “en línea recta”? Porque él ya sabía, desde el momento en que la pelota fue rechazada que nunca iba alcanzar al delantero que gambeteó al arquero, pero si sabía, que en esa gambeta éste iba a perder el tiempo que él necesitaba para llegar debajo del arco y sacarla. Y así fue, evito el gol en la línea.

Era común verlo jugar con la cabeza vendada, fuera de la cancha, pidiendo regresar. Un símbolo de la vehemencia con que jugaba. Ponía su cuerpo en riesgo sin medir las consecuencias. Supo ser el artífice silencioso de victorias, como así también, el más digno derrotado, jamás bajando los brazos y evitando goleadas.

Lamentablemente, el 99 fué el año de su traspaso a San Lorenzo. Un amigo me contó que le dijo a su amigo cuervo, “te vas a cansar de tanto aplaudirlo”. ¡Cuanta razón tenía! Así, huevos mediante, se ganó a la hinchada.

Nunca perdió ese espíritu competitivo, esa entrega y motivación, que lo hizo ídolo en los clubes en los que jugó.  Bien ganada tiene la bandera de Racing que decía: “Quiero 11 Michelinis”.

Las cosas de la vida dijeron que su despedida fuera en Avellaneda, un 2 de Julio del 2005, en la última fecha del torneo, Racing jugando, justamente, contra San Lorenzo.

En el tiempo que tengo de seguir el fútbol, nunca me tocó ver que un jugador que se retirara haya dejado tan buen recuerdo y sea ovacionado al unísono por ambas hinchadas.

Me llevo como ejemplo de él  que no le importaba lo que pasara, siempre jugaba igual, siempre para adelante, ganando o perdiendo 5 a 0. Por eso lo que más rescato de Michelini  era que, sin serlo, jugaba como un hincha.

Escrito por Mariano Barros, nieto e hijo de racinguistas.