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Autor Invitado

La insoportable levedad del NO ser (hincha).

Por: Mariano Barros

Por: Mariano Barros.

El mismo sillón, la misma ropa, siempre la misma casa… las mismas cábalas. Para el aficionado al fútbol, su ritual es fundamental. Cómo si lo que hiciera (o dejase de hacer) fuese determinante en el resultado. Sabemos que no lo es, pero igual… lo hacemos.

La armonía de las, inquebrantables, cábalas, debe mantenerse siempre. Hasta que, por supuesto, llega la derrota que desecha todo el esfuerzo previo para mantener dicha armonía cabulera.  Pero eso no importa, tenemos una capacidad para generar nuevas, que sorprende.

Nuestra ceremonia, perfectamente diseñada para el triunfo, puede ser trastornada por factores externos. Hay un personaje que puede alterar lo inalterable (y potenciar los nervios) y es el, nunca bienvenido, insoportable, incómodo, desubicado y aburrido NOHINCHA. Este, aborrecible personaje, casi un alienígena para nosotros, se transforma en el enemigo interno.  Interno, porque generalmente es conocido. Tiene la particularidad de pasar por la casa justo en el momento menos deseado. Teniendo toda una semana para hacerlo elije el momento en que necesitamos silencio y aspirinas. Casi sin quererlo puede llegar a ser peor que los hinchas rivales. Sus comentarios son variados, utilizados con una falta de sensibilidad tal que nos viene a la mente la posibilidad de cometer boludicidio, pero, dignamente soportamos el vendaval de incoherencias y estupideces emitidas por este foráneo proveniente del espacio exterior.

Estos se pueden clasificar en varios tipos. El primero, y el que demuestra mayor ignorancia, es el comentario  sin conocimiento alguno:¿qué es offside? ¿Esos son los nuestros? ¿Por qué se tira al piso? ¿Cuándo la tocan con la mano? ¿Por qué esos números? ¿Cuánto tiempo se juega?” “¿Por qué cantan XXXXX comprade la c… de tu madre?. Otro, y el que más afecta a nuestra salud mental futbolera, ya que este tipo de comentario puede calificarse de “mufa”, “piedra”, mala suerte, y demás, es el comentario fuera de lugar: “mmm si juegan así no creo que ganen” “goool goooolll uuuuuuuh casi, que lastima” “30 del segundo, si no hacen un gol ahora…”. También, tiene el mismo efecto disparador de emociones violentas,  el comentario de falso optimismo: “ganan seguro” “aaay gol, bueno no importa, vas a ver como ese… ¿Messi se llama? Hace un gol”. El que rompe con nuestra pasividad y desata la ira reprimida durante 90 minutos,  es aquel que surge ante un resultado no esperado, que no es ni más ni menos, que el comentario consuelo: no importa, en cuatro años hay un mundial” “bueno, jugaron bien” “por lo menos no perdieron”

El peor error que podemos cometer es llevarlos a la cancha, ante su insistencia, por supuesto. Cuando accedemos para darle el gusto y no querer aguantarlo más, terminamos enterrando la pata en el más hondo pozo de mierda. La ya conocida incomodidad del NO HINCHA se vuelve peligrosa  en un escenario repleto de irascibles seguidores. Sus comentarios desubicados no son compatibles con el entorno. No les importa si es un muy cercano familiar o solo un conocido, luego de las advertencias, viene la violencia. Lo vuelve más peligroso si el NO HINCHA es mujer, “flaco, callá a la loca ésta porque vas a cobrar”,  porque no hay con quien compartir la golpiza.

¿Por qué? ¿Qué necesidad hay de martirizar al hincha? ¿Por qué  tanto se empeña en querer caerle bien diciendo que le gusta este deporte? Bastante tiene con que su equipo, con poco futbol y menos ganas,  no puede hacerle un gol ni a un equipo con nueve mal alimentados refugiados que arribaron al puerto en un contenedor. ¡Son horribles! Y tenemos bien claro eso, no hace falta que un NO HINCHA nos lo resalte.

No es nuestro deber encontrar una explicación a este tipo de conductas, no sabemos como surgen, no las entendemos y no las toleramos. Por eso, ante la menor posibilidad de compartir el próximo partido con un molesto, tenga preparada una respuesta de rechazo absoluto, ya que el perfil de esta persona es la de ser el más necio entre los necios. Evitar problemas mayores es evitarlos a ellos.