Mi jugador Favorito :: Por Erika Rojas
1 de octubre de 1979, nace en Golfito de Costa Rica Gilberto Martínez Vidal. A él lo quiero desde que tenía pinta de “indio” y empezaba su carrera en la Primera División del fútbol costarricense, con el Deportivo Saprissa. Antes de eso sería mentir.
3 de abril de 1999, Costa Rica, con Gilberto Martínez en su once estelar, empata a uno con Nigeria, en el partido inaugural de la Copa del Mundo Juvenil en ese país. Yo estaba terminando la escuela y justo me empecé a interesar en el fútbol de una manera muy rara, luego obsesiva. De ese mundial recuerdo —como pocos detalles— que Martínez fue el jugador costarricense más destacado de la cita. Le puse el ojo.
Gilberto tenía (y sigue teniendo) todo para ser llamado mi jugador favorito: jugaba de defensa (por mucho, la mejor posición en el balompié: mi preferida), con Saprissa y con la Sele; además era joven y humilde.
Ahora bien, yo fui una niña normal hasta que se acercaron esos últimos años de la escuela y los primeros del colegio. De repente y sin explicación alguna, nada más en la vida me interesaba como el fútbol. Empecé por el nacional y luego mi gusto trascendió fronteras. De niña era manuda, como mi padre, pero pasaron los años y cuando sola decidí entrarle a eso de entender, ver y hasta jugar fútbol, me hice saprissista. Sepa Dios de dónde vino esa idea.
Bajo ese contexto, según yo, era necesario tener un jugador favorito y como siempre he sido algo nacionalista quién mejor que un tico para adornar mi pupitre en el colegio, mis cuadernos o la computadora. Y según yo hasta era guapo. ¡Qué varas!
Pero Gilberto se esmeró en conquistarme (no mezclemos los sentimientos) y la primera vez (porque fueron varias) que lo hizo no fue para ese mundial de Nigeria, porque aunque hizo méritos, pasaron un par de años para que lo lograra (¿lo lograra?).
6 de enero de 2001, una fecha memorable. No hace falta contar lo que sucedió ese día, tampoco explicarlo, pero por aquello, acá va el detalle —en resumen, eso sí—.
La selección guatemalteca de fútbol debía enfrentarse a nuestra Sele en un repechaje, en campo neutral, para definir cuál de los dos equipos jugaría la hexagonal final rumbo al mundial Corea y Japón 2002. El Orange Bowl, en Miami, fue el escenario en el que la tricolor, al mando de Alexandre Borges Guimaraes (quien recién tomó a esa selección), venció 5-2 a los hermanos centroamericanos.
El partido por si solo es importante, y para mí más aún pues de titular, ese día debutó, con una selección mayor, quien tiene mención especial en este artículo.
Luego vino esa eliminatoria magistral, en la que Costa Rica, de primero y con solo una derrota —y con mano incluida, me advierte el corazón— ante Estados Unidos (allá), se clasificó a la Copa del Mundo del 2002. Bien y ¿qué tiene que ver en todo esto el Tuma?
Si hay alguien quien mereció los reconocimientos por una hexagonal (casi) perfecta fue Gilberto Martínez, nadie corrió esa banda como lo hizo él, nadie se quejó tan poco de golpes o patadas en un partido y seguir jugando como lo hizo él. Muy rápido luego del repechaje en Miami se ganó la titularidad en el equipo de Guima y por lo anterior cumplió.
Jugaba además en el Saprissa y con las mismas ganas, allí también se encargó de mostrar garra, coraje y buen juego aéreo en la defensa. (Aparte, jugando se veía guapillo y todo… ¡qué necia!). Ya para ese momento había sido elegido como jugador del año por el periódico Al Día, era invitado de programas televisivos de “farándula” (que tienen la idea de que un buen deportista es “famoso”) y la Toyota se había hecho full publicidad regalándole un Yaris, en un concurso.
Por default un buen jugador deja a su equipo local para abrirse campo en el fútbol mundial y ya se sabía que Saprissa debía despedirse de él o él de Saprissa. Vino un acuerdo con el Brescia de Italia y luego del mundial de Corea y Japón el Tuma no jugaría más con el monstruo.
1 de mayo de 2002, ese día jugaba Saprissa ante Pérez Zeledón, un juego normal que sirvió de despedida para Martínez. No saben la tristeza que tenía de que se me fuera (sí, se me fuera). Nunca tuve la oportunidad de verlo celebrar un gol y para ese día había dicho, en entrevistas (que yo añoraba y añoro hacer), que quería despedirse con una anotación. Pero qué va, solo yo le perdoné que Saprissa perdiera 3-2 y por culpa de él en el tercer gol del visitante, pero así es el amor, en las buenas y en las malas.
10 de mayo de 2002 y faltaban pocos días para que la Sele saliera del país para enrumbarse al mundial. “Este mae se va a ir y yo no lo voy a ver”, decía yo. Tampoco era que estaba tan chamaca, tenía 15 años pero una ilusión, que no tienen idea. Días antes un amigo que jugaba con un equipo juvenil, me dijo que el viernes 10 (de mayo) había un partidillo en la cancha de la Uruca y que era dedicado a Gilberto Martínez.
Obviamente yo estaba ahí. Le dije a mi papá que quería conocer a Gilberto, que me llevara a esa cancha. Me mandó con mi hermanilla mayor y el novio de ella, para que no me quedara sola todo el partido, pues hasta el final apareció el compa (Tuma).
Sí, lo conocí, según yo, porque fue un “hola, ¿me firma esto y luego me puedo tomar una foto con usted?”. Ahí tengo la fotilla en un álbum, bueno dos fotos, porque luego lo volví a “agarrar” por ahí y le dije “otra, otra” y él cooperaba.
Entonces súmele otra cualidad más, jugaba bien, era humilde, según yo y mis gustos (es que una vez hasta llegué a pensar que Ronaldinho no estaba tan mal) guapo y tras de todo accesible. Se daba a querer —al menos en esa época así era—.
31 de mayo del 2002. Se inicia la acción en Corea y Japón. Costa Rica, días después debutó con Tuma; con una buena actuación de él, pero no tan buena en general y entonces con los tres partidos de la primera fase se nos acabó el mundial.
Se hace extenso si sigo con el juego de fechas, pero luego del mundial Martínez se fue al Brescia a jugar, a destacar y a anotar (hizo gol allá), venía y otras veces no a jugar con Costa Rica. Llegó otro mundial y Gilberto fue, pero tocado.
9 de junio de 2006, ya no aguantó más con la tendinitis rotuliana y ese día en juego inaugural de la Copa del Mundo de Alemania entre los locales y Costa Rica, Martínez salió de cambio para no volver a jugar en ese mundial.
Gilberto fue tocado (no sé si de la cabeza) al mundial. ¿Si estaba lesionado para qué fue? Nunca le he preguntado, pero aún tengo la interrogante en mi cabeza, si no se hubiera expuesto de tal manera hoy ¿dónde estaría? y ¿cómo?, es que para esa época estaba todo arreglado para que jugara con la Roma, de Italia, gran fichaje de la época para el fútbol nacional, pero esa lesión no lo dejó jugar nunca y tras un año regresó al Brescia, donde todavía hoy no es el jugador que conocimos.
Aún así sí, es mi jugador favorito.
No lo he explicado aún, pero nunca vi jugar a un defensa con el temple de Gilberto Martínez, nunca vi a un jugador correr tanto y con tal velocidad para cuidar su área, pocas veces lo vi sufriendo con un delantero (bueno, me acuerdo que con Ronaldo no fue nada fácil). El coraje con el que salía el Tuma a la cancha lo tienen pocos, poquísimos y aunque desde el 2006 no lo veo jugar de la manera en la que gustaba, nadie ha podido demostrar(me) que tiene todas esas cualidades que representaba ese bastión en la zaga. Y es que un defensa o es bueno o es bueno, no caben los goles en esa posición como para excusar una mala actuación con un gol, los defensas no son “guaberos”, son buenos y el Tuma ¿era? de los mejores.
Sería necedad redundar en sus grandes cualidades cuando estaba en el punto más alto de su carrera, pero no lo es cuando es para recordar a mi jugador favorito de fútbol.
La humildad con la que se le conoció ya no sé si la tiene, y lo guapo que me parecía en mi adolescencia menos, pero puedo decir que por lo menos se ve mejor con el pelo corto.
Erika Rojas es periodista y trabaja para Vuelta En U y La Nación, puede seguirla en twitter @erojas05
Foto Portada: Sporting-Heroes.net