Cada partido que pasa, seguimos deslumbrados por el volumen de juego que produce Messi. Su equipo depende completamente de él. Maradona lo sabe y por ello cada vez que tiene la oportunidad se dirige hacia él para abrazarlo y felicitarlo.
Por la lesión de Verón, el esquema argentino se modifica con respecto al partido anterior, de la especie de 4-2-3-1 pasa en a un 4-3-1-2. Lionel Messi es el núcleo, es el factor diferencial, es el enganche. El juego albiceleste gira entorno a él. Messi asume la responsabilidad.
El técnico coreano Huh Jung Moo, quién enfrentó con severidad a Maradona en el 86, sabía que abusar de hombres en la marca sobre Messi era dejar hombres libres argentinos. El sistema táctico era el 4-2-3-1. Parte de la estrategia era aislar de alimentación a Messi. Por lo tanto había mucha presión sobre Mascherano. Sobre él apareció Park Ji Sun, para evitar que Mascherano diera salida. Al tener mucha responsabilidad defensiva, hubo cierto deterioro en el rendimiento ofensivo del jugador del Manchester United. También habían zonas de presión sobre Di María y Maxi Rodriguez, no solamente para que no penetraran en segunda línea sino que también evitar que se asociaran con Messi. Claramente Lionel necesitó en muchas jugadas retroceder muchos metros para poder tener contacto con el balón.
Ciertamente la primera anotación es un gol en propia puerta de Corea, pero ya Argentina avisaba de la peligrosidad de sus ataques. La velocidad, fuerza y profundidad eran las armas predilectas. Con el marcador en contra, los surcoreanos decidieron arriesgar más propiciando más espacios para que Messi realizara un partido óptimo. Llegaron los goles y con ello el triplete de Higuaín que se coloca como el goleador en solitario de la Copa del Mundo, después de tantas críticas.
Argentina tiene en el aire la mística del 86. Maradona y Messi se unen para intentar dar la campanada.